EN PRIMER PERSONA

La libertad avanza y retrocede

El autor revela algunos mecanismos institucionales en los que la administración de justicia se divorcia de las garantías elementales del derecho y adopta un rol todopoderoso, con la arbitrariedad reservada para las deidades

Alejandro Poquet
Alejandro Fabián Poquet. Doctor en Derecho Universidad Nacional de Cuyo: calificación sobresaliente. Docente Titular de la Cátedra de Inteligencia Criminal y Crimen Organizado. Facultad de Derecho Universidad Nacional de Cuyo.

 La libertad avanza y retrocede

por Alejandro Fabián Poquet (*)

Soy abogado, no lo escribo en voz baja. ¿Debería? Defiendo a un hombre acusado de tres delitos contra tres personas diferentes. La muerte no es parte de este juicio.

No corresponde entrar en los detalles del caso porque el proceso aún no ha terminado, no hay condena ni absolución. Tampoco es conveniente hacerlo, no habrá lector con ganas de leer estas líneas si aclaré, de entrada, que soy el que defiende el mal. Para colmo, no lo defiendo por alguna veleidad nietzscheana de subvertir la moral corriente.

Es probable que estas líneas no lleguen lejos ni con ayuda de las redes sociales y tampoco con los trolls de mi lado. Me precede y traspasa el estigma con el que carga la profesión, a lo que hay que sumar algunos colegas mediáticos convertidos en panelistas de programas de chimentos, en los que develan secretos profesionales, diagnostican en el aire, lanzan pronósticos como si manejaran el futuro o el juez, mientras exhiben orgullosos sus rostros de mármol por exceso de bótox.

En palabras de nuestra máxima magistratura del país, el defensor penal sería una especie de degenerado protector de delincuentes, enfrentado a las personas de bien y a las fuerzas del cielo.

Entonces, parece un esfuerzo inútil contar anécdotas judiciales de este caso, por más que algunas sean sabrosas y no faltará el ocioso que las lea con predeterminación, para volcarlas a su causa ideológica personal, muchas veces delirante. Entonces, me abstendré -aunque cuesta- de relatar los vaivenes de este caso penal, en el cual las escaramuzas infantiles entre las partes desplazaron la búsqueda del hecho penal que los había convocado, algo común en la arena judicial.

Sólo voy a contar un dato objetivo, incuestionable, certificado con sello y firma del órgano que investiga y acusa, del cual se pueden sacar conclusiones sin poseer ningún conocimiento técnico ni conocer el expediente. Un dato que nadie discutió en el juicio.

La primera persona que denunció lo hizo a fines del mes de octubre del año 2021. Al día siguiente, la fiscalía "luego de una atenta lectura" de las cuatro hojas y media de declaración, no encontró "elementos bastantes de sospecha". Por lo tanto, el denunciado no fue imputado por ningún delito, solo se le recibió una declaración informativa por si quería decir algo y controlar la prueba.

La causa pareció morir, entrar en agonía o amesetarse, porque no hubo movimiento investigativo alguno. Recién, más de ocho meses después de la denuncia, psicólogos entregaron la evaluación de la denunciante. Una prueba muy tardía y sin relación con el hecho -no- investigado. De todos modos, todo siguió como si nada.

Algo parecido sucedió con la otra persona que golpeó las puertas de la fiscalía a fines de enero de 2022. Un mes y medio después se hizo un informe psicológico, y recién en el mes de diciembre de 2022 se llamó al denunciado a una declaración informativa, porque tampoco había sospechas para su imputación.

Como al parecer se trataba de una denuncia trivial para la oficina judicial, demoró más de diez meses en comunicarle al denunciado que había muy poca sospecha y que podía seguir haciendo su vida de manera tranquila. A su vez, fue claro el mensaje a la persona que había pedido ayuda, la presunta víctima: su caso no era importante, había otros más preocupantes o urgentes, o no le creía mucho.

El mismo proceder y el mismo mensaje en la tercera causa iniciada el mismo enero de 2022.

Ya es un cliché repetir que el proceso penal es una secuencia de actos unidos, complementarios en línea ascendente, como si fuera una cadena formada por varios eslabones. Pero en este caso, luego del largo silencio mantenido en las tres causas, y sin que se incorporara una nueva prueba de algún peso incriminatorio, en el mes de abril del 2023, como al Josef K de El Proceso de Kafka, las autoridades policiales le golpearon la puerta al hombre que venía viviendo tranquilo por disposición judicial.

Desde ese abril del año pasado el denunciado se convirtió en encerrado, y lleva sin libertad un año y cinco meses. No termina de entender y su abogado no puede explicar este tartamudeo represivo, un espasmo tan cruel que casi lo dejó ciego en prisión por la diabetes que padece. La confusión fue mayor cuando al finalizar sus alegatos la fiscalía y la querella oficial midieron fuerzas argumentales para pedir más pena: 20 y 23 años de prisión respectivamente, mayor que la que se aplica usualmente a un homicida.

¿Cuál es el mensaje que transmite el poder judicial cuando la libertad y el encierro son intercambiables? ¿No nos habían asegurado que en esta época es la libertad la que avanza? ¿Por qué en este caso ella retrocedió a pesar del clima de época? ¿Cómo explicar que en otras situaciones iguales o más graves el acusado permanece en libertad durante todo el proceso?

Creo que no hace falta que aclare que no he hablado de inocencia ni de culpabilidad, sino sólo del peligroso comportamiento institucional.

¿Peligroso? No sólo no rinde cuentas de sus actos de manera republicana, como ya vimos, si no que admite con un énfasis preocupante y públicamente (el juicio penal es público) que el orgullo funcional es no ser objetivo cuando representa a niños, mujeres y ancianos. Es decir, no hay investigación justa sin discriminación.

¿Cómo se sentirá el universo restante de víctimas ante esta novedad? ¿Y el acusado, haya hecho lo que hizo, no es un ser vulnerable cuando está esposado a la espera de decenas de años de prisión? ¡Gracias bendita Ilustración por darnos la respuesta! Sacralizar las garantías, cuestión resuelta pero, al parecer, prescripta, démodé.

Algo hay que hacer cuando la libertad es maltratada sin conciencia histórica, con olvido de las secuelas del poder represivo desbocado en distintos períodos históricos, algunos no lejanos. En otros países el encargado de perseguir delitos tiene que someterse al escrutinio popular. La libertad es muy importante para dejarla en manos de fiscales. Podemos empezar por hacer funcionar los controles internos que ya existen.

Con pocos entusiastas iniciales, saco a la luz este sorpresivo exabrupto represivo para motivar un dialogo colectivo, como es de esperar en democracia. Me conformo con que el tema se entrometa en las charlas de café. Algunas revoluciones se iniciaron con el pocillo en mano como excusa.

Si no nos importa el desventurado de este caso porque "algo habrá hecho", sepamos que la arbitrariedad y la crueldad institucional, como un vampiro burocrático, vive del tiempo existencial del ciudadano común. Hoy puede ser el mío, mañana el tuyo.

Sin garantías jurídicas, cualquiera de nosotros en cualquier momento ... "algo habrá hecho"

                                                                                                             

Libros publicados por el autor, doctor Alejandro F. Poquet

- Lineamientos para una seguridad pública democrática y eficiente en Mendoza, en colaboración, Universidad de Congreso, 2005 -Ensayos sobre la violencia, Ediciones del jinete insomne, Buenos Aires, 2010 -Asamblea Penitenciaria y Red de Familiares de Presos. Ensayos para la construcción de una política inclusiva de seguridad, con Vicente Espeche, Ediar, Buenos Aires, 2013 -La criminología como crítica social, Ensayos en homenaje al profesor Carlos E. Elbert, Coordinador Sergio Sánchez Rodríguez, Santiago, Editorial Metropolitana, 2014-Ensayos sobre la violencia (Segunda edición ampliada), Editorial Ediar, Buenos Aires, 2017 -Borges y la criminología, Ediciones Olejnik, Argentina, 2018 

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