Milei al gobierno, Santiago al poder
Una apertura de sesiones marcada por la censura y la provocación. En la nota de opinión, su autor, Martín Tula, afirma que, en las últimas semanas, el gobierno de Javier Milei nos desvía la atención con otros temas, o mejor dicho, con un único tema: Santiago Caputo.
El día sábado tuvo lugar la apertura de las sesiones extraordinarias en el Senado, encabezada por el presidente. Este discurso dejó varios puntos que podríamos analizar, como la baja en la edad de imputabilidad para los menores de edad. Sin embargo, como ha sucedido en las últimas semanas, el gobierno de Javier Milei nos desvía la atención con otros temas, o mejor dicho, con un único tema: Santiago Caputo.
El monotributista que trabaja para Javier Milei volvió a ser noticia al increpar a un diputado nacional. En esta ocasión, el agredido fue Facundo Manes. En esta editorial, no me detendré a analizar el episodio como si tuviera un VAR de la política, evaluando si hubo o no agresión o amenazas. Lo que sí quiero analizar, junto con usted, querido lector, es el rol del llamado "Mago de Kremlin".
Todo comenzó con un intercambio de agresiones verbales entre una de las bancas y un palco donde se encontraban el youtuber "El Gordo Dan" (Parisini), Fran Fijap (otro "periodista" militante) y otros miembros de la tropa de trolls del gobierno de Milei, quienes acompañaban a Santiago Caputo. Desde la banca en línea con ese palco, se sentó de manera provocativa el diputado Manes. Sostengo que su intención fue provocar, ya que más de la mitad del recinto estaba vacío y, aun así, eligió ese lugar para sentarse.
Llama la atención que la prensa libre no pudo participar de la apertura de sesiones. Qué paradoja, ¿no? Un gobierno que enarbola el discurso de la libertad terminó censurando a los medios y limitando la cobertura a la transmisión oficial, permitiendo únicamente la presencia de youtubers, amigos y militantes. Esta escena me recordó aquellas tristes noches del kirchnerismo, donde la democracia y el respeto se perdían en palcos transformados en tribunas de cancha de fútbol.
¿Quién tiene realmente el poder?
El sábado quedó demostrado que Santiago Caputo tiene más poder que el propio presidente, quien sólo da la cara mientras las decisiones las toma un círculo reducido dirigido por el "Mago". Desde periodistas militantes hasta diputados que aparecen más en televisión que en la Cámara, todos desviaron la verdadera discusión. Como mencioné antes, lo importante aquí es que un asesor presidencial no debería haber estado en el pasillo de los diputados, y mucho menos haber salido a buscarlo.
Al ver esa imagen, me vino a la mente un eslogan del peor peronismo de Juan Domingo Perón, aquel peronismo de derecha, violento y confrontativo, el que lo trajo de regreso al país: "Cámpora al gobierno, Perón al poder". Hoy podríamos reformularlo como: "Milei al gobierno, Santiago al poder".
Si bien esta idea puede sonar graciosa, en mi opinión, es peligrosa. El país parece estar en manos de un paciente psiquiátrico, y no lo digo solo por el presidente, sino también por Santiago, quien cree que estamos en una serie de Netflix, como Peaky Blinders, y él es el protagonista. Actualmente, el respeto por las instituciones y por quienes piensan diferente prácticamente no existe. La opinión pública es ignorada. Se insiste con la designación de Lijo y Mansilla, a pesar de que este último había dicho que no aceptaría si era nombrado por decreto... y terminó aceptando igual. No olvidemos que él mismo declaró en el Senado que la propuesta se la hizo Caputo. ¿Ahora se entiende por qué cambió de opinión?
Las peores decisiones del gobierno -desde promocionar a $LIBRA, impulsar a Lijo, darle la espalda a Ucrania, o el escandaloso botón para "cancelar" periodistas y decidir quiénes pueden estar en las conferencias de prensa- son todas, sin excepción, obra de Caputo.
Por ahora, el gobierno se sostiene gracias a la baja de la inflación, la pelea con Kicillof por la seguridad y la promesa, aún lejana, de liberar a los argentinos del cepo. Pero Caputo tiene la bomba atómica en sus manos y la mantiene gracias al poder que lo rodea. Quienes lo protegen velan por sus propios intereses. La macroeconomía se mantiene estable, pero las inversiones no llegan. La microeconomía no crece como se esperaba y la sociedad teme que, en cualquier momento, el reloj active la cuenta regresiva... y todo estalle.