El hambre de Cultura cuando gobierna el hambre
El autor: intelectual, gestor cultural y hombre de la política abre el interrogante sobre el papel de la Cultura ante una crisis como la actual y se atreve en aportar respuesta
Pensar políticas culturales en medio del hambre, la desocupación y la desesperanza ¿se puede?
La pregunta es pertinente, pues desde la asunción de Milei al Gobierno Nacional y de los actuales gobernadores en sus Provincias, la situación social y económica se ha caracterizado por estos tres vectores.
En semejante contexto la teoría clásica de la Gestión Cultural hace agua.
Gestionar el ocio parece una burla. Conducir la creatividad es una quimera frente a la urgencia de la supervivencia. Hablar de inteligencia social en medio de la anomia y de la pérdida de confianza en todos y en todo, suena a broma. Apostar a la cohesión social en el reinado del individualismo y del sálvense quien pueda, es ilusión pura. Fortalecer la educación, la lectura, el deporte, el turismo cultural, son consignas vacías que se caen a pedazos ante los recortes, el ajuste, la motosierra, la crueldad de las elites.
Un Estado bobo o un Estado sometido
Desde el Gobierno Nacional impera como eje principal de Política Cultural :la Censura.
El ataque permanente de los dirigentes libertarios y de sus "seguidores críticos" en los gobiernos provinciales, a los artistas, creadores, gestores culturales, intelectuales y académicos es la dinámica adoptada. Para esta nueva dirigencia en la gestión política, la culpa de todo lo que pasó y pasa, es de los que piensan, hacen, crean, enseñan, transforman, organizan, emprenden.
El castigo a esta "casta" es el cierre o el ahogo de sus instituciones: el CONICET, la CONEA, el INCAA, el INT, el INAMU, la CONABIP, el FNA, Radio Nacional, la TV Pública, Télam, las Universidades Nacionales, los Hospitales Públicos y todos aquellos espacios que "huelan" a creativos, populares, comunitarios, solidarios.
Simultáneamente el sector premiado es aquel que solo lleva zozobra a la población argentina: los grandes empresarios, la industria farmacéutica, las prepagas, los grandes medios de comunicación, los fondos buitres, los bancos, las financieras, los estafadores de toda laya, los vendedores de armamento, los funcionarios de más alto rango en el Estado y la política
Estado desesperante
Nos encontramos frente a un Estado sometido al poder económico mundial concentrado, encarnado por los grandes magnates del norte y bailando al compás de sus negocios e intereses. Para muestra basta el RIGI.
Un Estado que nos propone en todas sus líneas la cultura del sometimiento, la cultura de la desnacionalización, la cultura de la explotación, la cultura del egoísmo y de la represión.
Otra política cultural ¿es posible?
En una época en que la avaricia, el egoísmo, la violencia contra el otro, se han hecho dominantes y parte constitutiva de la cultura oficial, la responsabilidad profesional nos demanda oponer una contracultura solidaria enfocada en lograr el bienestar y recobrar los valores del patriotismo, la austeridad, la creatividad, la diversidad y el respeto a la vida.
La profesión del Gestor Cultural parte de entender a la cultura como "cultivo". (del verbo colere) . Conocer la tierra, las semillas, los tiempos, los cuidados para que el cultivo crezca. Y esa ha sido la ruta de la cultura a través de los tiempos. Acumular conocimientos, cuidarlos, hacerlos transferibles como tradición, apropiarlos como patrimonio intangible y tangible, estimular la creatividad y su correlato, la innovación. Y fundamentalmente garantizar el protagonismo de todos los miembros de la comunidad en su desarrollo, sin prejuicios ni discriminaciones.
Cultivando hipocresía
Quedarse a mitad de camino entre la cultura de la opresión y la cultura de la emancipación es una actitud hipócrita. Justificar el no accionar contra la cultura oficial de opresión y destrucción social con acciones meramente distractoras, como espectáculos y eventos, solo consuela a los que renunciaron a su profesión de Gestor Cultural o nunca lo fueron.
Por el contrario, enarbolar la bandera de la solidaridad y la unidad entre los damnificados por la cultura del descarte y la desnacionalización, requiere de profesionales dispuestos a dar las batallas contra lo que Bonfill Batalla denominó Cultura Impuesta. Cultura signada por elementos culturales que son ajenos y decisiones culturales también ajenas.
El camino de una Cultura Propia en permanente desarrollo, es garantizar la supervivencia de los elementos culturales Propios del pueblo y las decisiones culturales también Propias y adoptadas en consenso en un territorio y por todas las instituciones y sectores que configuran ese pueblo.
En este párrafo de un libro de Héctor Olmos y Ricardo Santillán Güemes está la síntesis del desafío cultural que enfrentamos:
Más importante que poner en manos del pueblo una cultura universal recortada, desactivada, descontextualizada y epidérmica, es abrir al pueblo los espacios de expresión y cederle los recursos que le corresponden para que pueda desarrollar su propia cultura, descolonizarla, explorar sus posibilidades y alcanzar su florecimiento. En el camino, éste irá tomando lo que le interese, conforme a sus proyectos, puntos de vista y necesidades reales, de la cultura universal