FRANCISCO

El último adiós de Francisco: cómo el Papa cambió para siempre los funerales del Vaticano

Con una visión austera y pastoral, Francisco reformó los ritos fúnebres del papado para alejarlos de la pompa imperial y acercarlos a la sencillez cristiana. Su propio funeral, celebrado en Roma, reflejó esa transformación histórica.

Corresponsalía Diario PORTADA

El papa Francisco, fallecido este lunes en Roma a los 88 años, no solo pasará a la historia como el primer pontífice americano y jesuita, sino también como el reformador de una de las ceremonias más tradicionales y solemnes de la Iglesia: el funeral papal.

Desde su elección en marzo de 2013, Jorge Mario Bergoglio promovió una Iglesia más humilde, centrada en los pobres y despojada de ostentaciones. En coherencia con esa visión, en abril de 2024 aprobó una nueva edición del Ordo Exsequiarum Romani Pontificis, el rito oficial para las exequias de un papa, con cambios que marcaron un antes y un después en la manera en que la Iglesia despide a sus líderes.

"La intención de Francisco fue clara: alejar el funeral del Papa de la imagen de un emperador romano y acercarlo a la de un pastor que vuelve a la casa del Padre", explicó Massimo Faggioli, teólogo de la Universidad de Villanova.

Un solo ataúd y un mensaje claro

Uno de los cambios más notables introducidos por el pontífice fue la eliminación del uso de tres ataúdes -de ciprés, plomo y roble-, que simbolizaban la grandeza y perdurabilidad del papado.

En su lugar, Francisco estableció el uso de un solo ataúd: sencillo, de madera y revestido en zinc. El suyo, fiel a esa decisión, fue austero, sin ornamentos excesivos ni signos de poder.

Este gesto no fue meramente logístico. Fue, como casi todo en el papado de Francisco, profundamente simbólico: un llamado a poner el foco en lo esencial, despojando a la figura del Papa de resonancias regias.

Las tres estaciones: tradición renovada

El proceso ritual tras la muerte de un Papa, conocido como "las tres estaciones", también fue reformulado.

La primera estación, la constatación de la muerte, ya no se realiza en el apartamento pontificio del Vaticano -donde Francisco nunca residió-, sino en una capilla privada de la residencia Santa Marta, donde eligió vivir desde 2013. Allí, el camarlengo, en este caso el cardenal Kevin Farrell, pronunció la tradicional fórmula latina "Vere papa mortuus est" ("Verdaderamente, el Papa ha muerto") tras llamar tres veces por su nombre a Francisco y golpear su frente con un pequeño martillo. Luego se destruyó el anillo del pescador, como dicta el protocolo.

En la segunda estación, el cuerpo fue trasladado a la Basílica de San Pedro. Allí, a diferencia de sus antecesores, no se lo expuso en un catafalco ornamentado ni portaba báculo. Fue velado en su ataúd, de forma sencilla, accesible al pueblo fiel durante tres días.

La tercera estación, la inhumación, también trajo consigo una novedad significativa. A diferencia de la tradición del siglo XX, que establecía el entierro de los papas en las grutas vaticanas, Francisco pidió descansar en otro lugar.

Su última voluntad: Santa María la Mayor

En un testamento escrito en 2022 y divulgado tras su muerte, Francisco fue explícito: deseaba ser enterrado en la Basílica de Santa María la Mayor, una de las más antiguas de Roma, donde tantas veces rezó ante la imagen de la Virgen "Salus Populi Romani".

Francisco en la Basílica de Santa María la Mayor.

"Mi vida y mi ministerio sacerdotal y episcopal los he confiado siempre a la Madre de Nuestro Señor", escribió el Papa. "Por tanto, pido que mis restos mortales descansen [...] en la Basílica Papal de Santa María la Mayor [...], en la tierra; sencillo, sin decoración particular y con la única inscripción: Franciscus".

Este pedido no solo expresa su devoción mariana, sino también su deseo de ser recordado sin estatuas, sin mausoleos, sin mármol ni bronce. Solo su nombre, sobre la tierra.

Un legado que permanece

La misa exequial de Francisco, celebrada este jueves en la Plaza de San Pedro, fue el inicio de los novendiales, los nueve días de oración por el alma del pontífice fallecido. Luego comenzará el proceso de preparación para el cónclave que elegirá a su sucesor, dentro de aproximadamente quince días.

Pero más allá del rito, lo que perdura es el gesto: con su reforma, Francisco transformó el modo en que el mundo despide a los papas. Dejó atrás la imagen de monarca teocrático para volver a las raíces del cristianismo: la figura del pastor, del servidor, del discípulo.

Francisco, un torbellino de transformaciones en la Iglesia Católica

Francisco no solo predicó con palabras, sino también con gestos concretos. En su muerte, como en su vida, eligió hablar con humildad. Su legado interpela a una Iglesia y a un mundo que a menudo se deja llevar por la apariencia y el poder. Al optar por una despedida sobria y cercana, el Papa recordó que la verdadera grandeza está en el servicio, y que la eternidad no se mide por el mármol, sino por el amor que se siembra.

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