De "Nunca Más K" al "Nunca Más Vos": la rebelión empezó en Buenos Aires
La elección en Buenos Aires dejó algo más que números: expuso el agotamiento de un discurso y la fragilidad de un gobierno que eligió repetir fórmulas viejas en un país que ya no perdona. El kirchnerismo mutó, pero la casta sigue viva. Y el voto volvió a castigar con fuerza.
Desde la elección de 2015, cuando Mauricio Macri fue elegido presidente, se construyó e impuso el mote de kukas y orcos para referirse a los peronistas aliados al kirchnerismo. Se los marcaba como el mal de la sociedad, y se sostenía que, si ellos seguían gobernando, el destino era convertirnos en Venezuela.
Eso no sucedió. Y apareció otro gobierno: el de Mauricio Macri, en el cual uno creyó. Me incluyo. Como muchos argentinos, apostamos por una Argentina distinta, con la esperanza de que esos aires nuevos fueran mejores. Que los valores republicanos y el respeto por la democracia sostuvieran una etapa de cambio para el país. Pero no fue así. Por impericia propia y por límites externos, ese gobierno no llegó a buen puerto.
Cuando hablo de impericia propia, no intento justificar a Macri. Lo digo para remarcar su falta de gestión, su incomprensión de que no todo era sostener la economía a cualquier precio. Ese error -el mismo que comete este gobierno, pero con más violencia y cero empatía social- lo llevó a un acuerdo impagable con el Fondo Monetario Internacional y a timbear con el préstamo. Y entonces pasó lo previsible: lo que puede pasar en cualquier casa de nuestra querida Argentina. Cuando hay plata, hay amor. Cuando se ajusta el cinturón, empezamos a mirarnos distinto.
Macri se equivocó. La chocó. Y nos trajo el gobierno de Alberto Fernández. Un gobierno que vio en la pandemia una oportunidad para que su gobierno perdure en el tiempo, esto a costa de destruir lo poco que quedaba de nuestras arcas. Nos hizo pensar por algún tiempo que otra vez estábamos cerca de 1989, con la hiper y la crisis social a la vuelta de la esquina.
Pero hay que recordar que Alberto no bajó de una nave nodriza y se instaló en Casa Rosada diciendo "soy el nuevo presidente". Llegó ahí con la ayuda de un aparato sostenido por Cristina Fernández y con el empuje de los medios, especialmente en los prime time de la época. Y también con el protagonismo creciente de un influencer que cada día sumaba más fuerza: nuestro actual presidente, Javier Milei. Como siempre digo: todo tiene que ver con todo.
"Te van a sacar con chaleco de fuerza", le dijo Cristina Kirchner a Javier Milei
La suma de todos esos errores explica lo que sucedió este domingo. En la provincia de Buenos Aires, Fuerza Patria obtuvo un contundente 47% de los votos, dejando a La Libertad Avanza en un lejano segundo lugar con apenas el 34%. El mapa bonaerense lo refleja sin matices: el peronismo ganó en 6 de las 8 secciones electorales; los libertarios, sólo en 2.
Más que una elección legislativa, fue casi un plebiscito a la gestión de Milei, fue una señal política directa contra el oficialismo nacional. El rechazo que se sintió en las urnas estuvieron marcados: las coimas del 3%, el caso Spagnuolo, los insultos a Luis Juez y su hija, el ataque al colectivo de personas con discapacidad y a los jubilados. Todo eso ocurrió en un mes. Y no fue gratis.
La provincia más populosa del país volvió a marcar el pulso del descontento social.