El banco que siguió cobrando después del adiós

Pidió permiso en el trabajo. Dos horas menos de salario para poder hacer lo que debería poder resolverse en un clic. Pero no, tenía que ir en persona al banco. A dar de baja todo.

Adrián Characán

Pidió permiso en el trabajo. Dos horas menos de salario para poder hacer lo que debería poder resolverse en un clic. Pero no, tenía que ir en persona al banco. A dar de baja todo. Porque cuando el silencio de los sistemas empieza a cobrarte cosas que no entendés, lo único que queda es poner el cuerpo.

Y allá fue. A la sucursal del Banco Hipotecario, ese lugar que alguna vez fue "el banco del hogar", pero que ya no se parece a ningún hogar. Esperó. Se sentó. Volvió a esperar. Miraba la pantalla que lanzaba letras y números como si fueran llamados al azar por una mano invisible. D96, A34, J58... Combinaciones que no dicen nada, pero deciden tu día. Antes era por orden de llegada, con prioridad para embarazadas, ancianos y personas con discapacidad. Hoy, las letras te califican en un código secreto que no comprendemos, como si uno fuera parte de una base de datos que lo define sin conocerlo.

Se sintió frente a una máquina Enigma, esas que usaban los alemanes para mandar mensajes secretos durante la guerra. Solo que en este caso, el enemigo no era un ejército: era el sistema.

Después de casi dos horas, logró lo que había ido a hacer: dio de baja todo. El paquete completo. Tarjeta de crédito, caja de ahorro en pesos y en dólares, seguro de vida. Todo. Y no fue informal: fueron bajas oficiales, con números que dejó registrados por si acaso:

  • Baja del paquete del banco Hipotecario: Nº 7913154
  • Baja de la tarjeta de crédito: Nº 7913171
  • Baja de la caja de ahorro en dólares: Nº 7913177
  • Baja de la caja de ahorro en pesos: Nº 7913189
  • Baja del seguro de vida y accidentes: Nº 03053620

Todo eso, hecho el miércoles 12 de marzo. Se sintió libre. Pero la libertad en este país es una ilusión si queda una cuenta pendiente en algún servidor. Porque a pesar de haber cancelado todo el 12 de marzo, en abril llegó un resumen. Otro. Más. Y pagó. Porque uno puede tolerar la injusticia, pero no la vergüenza de figurar como moroso.

  • En abril, pagó $22.925,70, un monto que ni siquiera le correspondía, porque incluía un seguro que ya había dado de baja. Un seguro que nunca pidió, que no necesitaba... o tal vez sí, porque este sistema te va enfermando de a poco. Entonces, quizás, mejor estar asegurado, por las dudas.
  • En mayo, pagó $10.831,56, un saldo menor, pero igual de injusto.

Y no, no usó más la tarjeta. No hizo ninguna compra. Solo pagó lo que le seguían cobrando sin explicación.

Las pruebas están. Las capturas, también. Pero más allá del dinero, lo que duele es la sensación de ser parte de un sistema que no escucha, que no ve, que sigue cobrando como si uno no hubiera dicho basta.

Esa es la historia de alguien como vos. Que cumple. Que no quiere deber. Que pierde horas de trabajo para cerrar algo que el sistema mantiene abierto. Y que sigue creyendo, ingenuamente, que la verdad, con papeles, alguna vez alcanzará.

El robo hormiga del sistema bancario: cuando la burocracia se convierte en estafa

En algún rincón del resumen bancario, escondido entre conceptos inentendibles y siglas que nadie explicó, se filtra cada mes un pequeño monto. Puede ser un "seguro de protección de compras", una "membresía de asistencia extendida", una "clave CDA" o alguna sigla más, coordenadas , de esas que no significan nada para el cliente común pero que se traducen en dinero que desaparece. Así, de a poco, los bancos  ejecutan un saqueo silencioso, casi imperceptible, pero sistemático.

Lo hacen porque saben. Saben que el cliente promedio no tiene tiempo -ni ánimo- para detenerse a revisar cada ítem del resumen. Que no tiene horas libres para ir a una sucursal donde ya nadie atiende sin turno, ni paciencia para llamar a una línea de atención donde un contestador lo paseará de sector en sector, exigiéndole claves que no recuerda, claves telefónicas que jamás usó, claves CDA, usuarios secundarios, validaciones por SMS que nunca llegan. Saben, también, que cuando uno finalmente logra comunicarse y expresa la voluntad de dar de baja el servicio, misteriosamente... la llamada se corta.

Y si uno insiste, el sistema se defiende. Le dirán que "el servicio fue contratado telefónicamente", que "no hay registro de su solicitud de baja", que "debe presentar la solicitud por escrito en la sucursal". Una cadena kafkiana de excusas y trabas diseñada no para servir al cliente, sino para desgastarlo.

El caso del Banco Hipotecario no es una excepción: es una regla. En su entendimiento del tiempo moderno -o más bien, en su aprovechamiento de la falta de tiempo del ciudadano moderno- han perfeccionado un mecanismo de retención económica que se apoya en la confusión, en el desconocimiento y, por sobre todo, en la impunidad.

Y lo más grave es que no hablamos solo de adultos mayores, confundidos o desinformados. También los jóvenes, los que se suponen nativos digitales, caen en esta trampa. Porque no se trata de tecnología, sino de burocracia disfrazada de sistema.

Hay que decirlo claramente: este no es un error administrativo. Es una práctica habitual y generalizada, una estafa consentida por quienes deberían regular. Y como toda estafa, lo que está en juego no es solo el dinero que se pierde, sino la confianza que se destruye.

¿Y entonces, qué puede hacer alguien frente a esto?

Porque hay que hacer algo. Porque no puede ser que te cobren por lo que ya cancelaste, que se apropien de tu tiempo y tu plata, y que encima tengas que agradecer que no te embarguen.

Frente a estos abusos, el consumidor no está solo, aunque el Estado parezca ausente.

Estas son las vías posibles:

  • Defensa del Consumidor: Se puede denunciar de manera gratuita en el organismo de Defensa del Consumidor de tu provincia. En Mendoza, por ejemplo, se hace online o presencialmente en Casa de Gobierno.
  • Banco Central (BCRA): Si se trata de una entidad bancaria, se puede hacer el reclamo formal al BCRA en su sitio web www.bcra.gob.ar/BCRAyVos/Usuarios_Financieros.asp
  • COPREC: El sistema de Conciliación Previa en las Relaciones de Consumo permite resolver el conflicto sin juicio, con audiencias gratuitas.
  • Asesoramiento legal: En casos reiterados o con perjuicio económico, se puede acudir al Ministerio Público Fiscal o consultar con algún abogado particular o gratuito (defensorías del pueblo).

¿Alcanza? No.

Pero el silencio nos hace cómplices del abuso.

Contarlo, denunciarlo, compartirlo, reclamar: todo eso es resistencia civil en tiempos donde las empresas son intocables y el consumidor es sospechoso hasta que demuestra lo contrario.

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