Safari humano: el horror que se repite
La denuncia encabezada por el escritor italiano Ezio Gavazzeni, hoy en manos de la Fiscalía de Milán, sostiene que durante el sitio de Sarajevo hubo extranjeros adinerados que pagaron para disparar contra civiles bosnios como parte de un "safari humano". Este nuevo capítulo del espanto dialoga con una historia larga: los zoológicos humanos de Europa, el Holocausto, los vuelos de la muerte en Argentina. Incluso encuentra un eco inesperado en Luis Alberto Spinetta, que en 1994 escribió "Bosnia", como si hubiese presentido el derrumbe moral que ahora empieza a salir a la luz.
De los zoológicos humanos del Siglo XIX al Holocausto, los desaparecidos en Argentina y la cacería de civiles en Sarajevo.
Basado en el documental Sarajevo Safari (Miran Zupani, 2022).
La repetición del espanto: cuando la humanidad retrocede
A veces parece que el horror no desaparece: muta, cambia de forma, toma nuevas coordenadas. Pero la lógica de fondo -esa que convierte a las personas en objetos, en espectáculo, en mercancía- sigue intacta.
Europa ya había mostrado esa cara sin pudor en los zoológicos humanos del Siglo XIX.
Traían indígenas de distintos continentes, los exhibían en jaulas, los mostraban como rarezas vivientes.
Miles de familias europeas acudían a verlos como quien va a ver un animal extraño. En ese entonces era normal, era moderno, era ciencia.
Hoy nos escandaliza. Pero aquello fue legal, público, celebrado. El tiempo pasa; la crueldad encuentra nuevos nombres.
El Holocausto: la deshumanización convertida en sistema
Décadas más tarde, el planeta presenció el extremo más frío de esa lógica: el Holocausto.
Allí ya no se trataba de exotizar cuerpos sino de borrarlos.
Una maquinaria precisa, calculada, estatal.
Esa idea de que algunas vidas valen menos -o no valen nada- se institucionalizó.
Y la humanidad entera quedó marcada.
Argentina: el Estado como verdugo silencioso
Nosotros también lo conocemos de cerca. Los desaparecidos.
Los centros clandestinos. Los vuelos de la muerte en los que seres humanos eran arrojados vivos al mar o al río, en nombre del orden y la patria.
Ese patrón aparece una y otra vez: cuando alguien con poder decide quién merece existir y quién puede ser descartado sin que el mundo mire.
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Y ahora, décadas después, aparece esta denuncia gravísima: durante el sitio de Sarajevo, en los años '90, hubo extranjeros que pagaban para vivir la experiencia de ser francotiradores.
El Flaco siempre tuvo una sensibilidad que bordeaba la premonición, pero esta vez su intuición parece haber rozado la tragedia real de lo que estaba ocurriendo.
En un verso cantó:
Vamos, abre los ojos... algo se está cayendo, es ese cielo sobre Bosnia...
Como si hubiese percibido que la estructura moral del mundo se estaba desplomando sobre la gente, aun antes de que los medios occidentales se dignaran a mostrarlo.
Y más adelante, escribió:
Niños que gritan por doquier en Bosnia, ellos caen como violines...
Hoy, con la denuncia del safari humano, esos versos se sienten casi insoportables.
Los niños cayendo "como violines" no eran una metáfora poética: eran cuerpos alcanzados por disparos venidos desde una colina donde alguien, por diversión, pagaba para tirar.
¿Lo sabía Spinetta?
Probablemente no.Quizás lo presentía. El Flaco entendía el clima del horror antes de que el horror tuviera nombre. Y hoy su canción vuelve como un espejo que nadie quiere mirar.
El hilo rojo que atraviesa los siglos
- Zoológicos humanos.
- Holocausto.
- Desaparecidos.
- Safaris humanos.
Son capítulos distintos, sí. Pero están conectados por una idea simple y devastadora: que hay vidas que pueden ser convertidas en cosa.
Que hay personas que el poder puede usar, exponer, matar o desaparecer sin que el mundo se inmute.
Y cada vez que aparece una denuncia como la de Gavazzeni, el mensaje vuelve a ser el mismo: la humanidad no avanza si repite sus monstruos. Y los monstruos vuelven siempre que se los deja crecer.
Lo que queda por decir
La investigación en Italia recién empieza. Habrá nombres, habrá testimonios, habrá documentos que tal vez ya existían y nadie quiso mostrar. Y habrá, inevitablemente, silencios que empezarán a romperse.
Pero mientras tanto, lo único que podemos afirmar con certeza es esto: cuando un civil es usado como blanco pagado, cuando disparar se vuelve entretenimiento, cuando la vida ajena se vuelve un accesorio para ricos, no estamos ante un conflicto bélico.
Estamos ante un quiebre moral.
Un quiebre que se suma a otros, que dialoga con otros, que vuelve a mostrarnos que la historia insiste en repetirse cuando la impunidad se hace norma. Y en esa repetición oscura, la canción de Spinetta sigue ahí, diciendo lo que quizá nadie quería escuchar:
Algo se está cayendo... es ese cielo sobre Bosnia.
Y entonces, después de todo, cuando uno cree que ya vio lo más oscuro del ser humano, aparece esta otra pregunta que nadie quiere hacer en voz alta. Una pregunta casi impronunciable, casi de conspiranoico, pero que late en el fondo como un tambor viejo:
¿Quiénes son exactamente esos hombres que salieron de caza en el safari humano? ¿Quiénes integran esa nómina silenciosa que ahora se mueve por los pasillos del poder con absoluta impunidad?
"Cláudio Castro Assassino Terrorista!", claman los barrios de Rio de Janeiro ante el gobernador que se alineó con Bolsonaro y desafía a LulaPorque si uno se permite dudar -y en tiempos como estos dudar también es un acto de supervivencia- no puede evitar preguntarse cuántos de ellos, el día que se conozcan todas las listas, aparecerán mencionados en las páginas más turbias del mundo contemporáneo.
¿Cuántos de esos "tiradores selectos", que dispararon contra civiles, mujeres, niños, casas y techos, terminarán figurando también en los registros de la famosa isla de Jeffrey Epstein -el magnate caído en desgracia, vinculado durante años a figuras como Donald Trump y tantos otros- cuando toda esa información salga completa a la luz?
¿Y cuántos, por esas casualidades que nunca son tan casuales, tendrán también su pequeño capítulo reservado en los Panama Papers participando de esa arquitectura financiera que permite esconder fortunas, operaciones y hasta identidades, o quizás algo mas próximo como quienes compraron y ganaron con $LIBRA la cripto estafa promocionada por el presidente Javier Milei?
No lo sabemos. Todavía no.
Pero uno puede imaginarse -a riesgo de pecar de malpensado- el perfil psicológico de quien es capaz de subirse a una camioneta militar, mirar a través de una mira telescópica y convertir en objetivo a un ser humano desarmado. ¿Qué clase de educación, de ambición, de deshumanización hace falta para apretar el gatillo sabiendo que abajo hay familias? ¿Qué vacíos interiores se necesitan para llamar a eso "misión" y no "crimen"?
Y entonces la pregunta inevitable vuelve a flotar, tenaz y amarga:
¿Y si algunos de estos nombres, cuando se ventilen todos los archivos, también estaban ahí... en esas otras listas? ¿Y si el mundo termina descubriendo que el safari humano no fue más que otra pieza del mismo corazón en tinieblas que mueve la política global, la economía offshore y los círculos cerrados del privilegio?
Quizás algún día lo sepamos.
Quizás no.
Pero mientras tanto, queda esta sospecha como un eco incómodo: los que cazaron humanos tal vez no actuaron solos; tal vez forman parte del mismo entramado que hace décadas compra silencios, borra rastros y convierte el horror en una variable de negocios.