MERCADO

El crimen generacional que nadie se anima a nombrar: la dificultad para adquirir la casa propia

La mayoría de los jóvenes no tendrá una casa propia. No es exageración. Ni una sentencia. Y lo peor: ya lo saben. Lo intuyen desde hace años, pero ahora lo dicen. Sin rodeos. Sin esperanza. Como quién cuenta los días en una celda sin ventanas.

Adrián Characán

Hay una verdad que ya no se puede esconder bajo la alfombra: la mayoría de los jóvenes no tendrá una casa propia. No es exageración. Ni una sentencia. Y lo peor: ya lo saben. Lo intuyen desde hace años, pero ahora lo dicen. Sin rodeos. Sin esperanza. Como quién cuenta los días en una celda sin ventanas.

Un joven que hoy tiene entre 20 y 40 años -nacido entre 1981 y 2004- está condenado a vivir en un mundo con mayores índices de pobreza que el de sus padres. Esos jóvenes tienen nombre:

  • Millennials: nacidos entre 1981 y 1996.
  • Generación Z: nacidos entre 1997 y 2004.

Son la primera generación en la historia moderna que va a vivir peor que la anterior. No por elección. Por diseño.

¿Desidia de los mercados?

En Argentina, se necesitan 120 años de salario mínimo para comprar un departamento de 100 metros. En Perú, 60 años. En México, 56 años . En Chile, 40 años aproximadamente. Son datos. Esas cifras dicen más que cualquier editorial: la vivienda dejó de ser un derecho para convertirse en un privilegio. Y el privilegio es para otros. El mercado manda.

Mientras tanto, los analistas de siempre -esos que escriben desde el living de su PH con café de cápsula en mano- dicen que la culpa es de los jóvenes. Que gastan mucho. Que no ahorran. Que compran celulares. Que viajan. Como si ahorrar toda la vida pudiera alcanzar para una casa en un país donde el metro cuadrado vale en dólares, pero el sueldo se paga en pesos.

Los padres de los millennials compraban terrenos con créditos blandos, cuotas fijas, subsidios del Estado. Hoy los hijos alquilan piezas por Instagram y pagan fortunas por un monoambiente que ni siquiera pueden pintar. Y aun así, cuando protestan, les dicen "sensibles". Los acusan de frágiles, cuando en realidad son sobrevivientes. No tienen estabilidad laboral, ni previsión, ni vacaciones, ni casa. Tienen ansiedad, deudas y alquiler.

Una gran mayoría de jóvenes no tendrá una casa propia.

¿Y qué les espera a los millennials?

Más precarización. Más incertidumbre laboral. Más ansiedad. Más sobrevida. Jubilaciones que no alcanzan. Créditos que nunca llegan. Seguros que no existen. Y un mercado inmobiliario que los va a expulsar de las ciudades, empujándolos a los márgenes, a los cinturones de tierra barata con servicios auto gestionados de manera mancomunada . Es ahí donde aparece el Estado con su burocracia , no para ayudar, sino para impedir u oponerse , lo que ellos por roles deberían hacer, lo obstaculizan. Porque el sistema no los piensa como ciudadanos. Los piensa como inquilinos crónicos.

Serán la generación que crió hijos en departamentos prestados, la que envejeció sin escritura, la que murió sin techo.

Una sociedad que naturaliza que sus jóvenes nunca tengan una casa, es una sociedad que decidió no tener futuro. Porque no se construye una patria desde el desarraigo.

Una casa no es un lujo. Es un ancla. Es identidad. Es proyecto. Y un país sin proyectos es apenas una fábrica de frustraciones.

Pero no todo está perdido. Hay países que, desde el Estado o desde la comunidad, se animaron a pensar otro camino.

En Colombia, un programa estatal impulsa a los jóvenes a convertirse en propietarios mediante subsidios directos, créditos accesibles y líneas específicas para menores de 35 años. Porque entendieron que si los jóvenes no acceden a la tierra, no hay futuro posible.

En Uruguay, una organización de la comunidad LGTB+ decidió no esperar más. Se agruparon, fundaron una cooperativa de vivienda y gestionaron sus propias soluciones. Porque si el sistema los excluye por orientación sexual, ellos responden con autogestión, solidaridad y ladrillos. Hoy están construyendo su barrio. Con esfuerzo. Con dignidad.

Al final del camino, tal vez no sea que los millennials no quieren una casa.

Es que los que tienen el poder ya decidieron que no deben tenerla .

Y así, en silencio, les firmaron la condena: es muy probable que pases toda tu vida alquilando.

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